viernes, 28 de diciembre de 2012

PORTUGALETE PINTADO POR ANDRES GRIFELL


Cansado de tantos y tantos trasiegos de la aristocracia social y de los títulos nobiliarios, de su relación con la sangre azul y otroz lazos vinculantes con la alcurnia, linaje y ascendencia de la clase noble, se retira a la vida de la villa y hace ofrenda de arte en Portugalete, Andrés Grifell.

Aquí, entre nosotros, se dedica a morar y a pintar, en la misma casa del novelista inmortalizado Juan Antonio de Zunzunegui, dentro de la fatría de la espiritualidad convivencial junto a su confesor y amigo el Padre Aberto Iglesias Sanz, de Arrigorriaga, dominico, filósofo y musicólogo.

Su residencia en Portugalete data del año 1984 y, aparte de vivir en la misma casona del novelista Zunzunegui ya citado, su vivienda confluye con la del músico y compositor también indicado Alberto Iglesias, amén de coincidir en esta casa con el pintor Waldo aguiar, tantos años de vida y obra en Portugalete.

Como Grifell, que, además de estar inspirado en su musa y modelo Julia Bermúdez, tiene a manos unos evidentes modelos que imitar con sus pinceles en el paseo del muelle. Ante esta vista y desde tan actualísima convivencia familiar con el paisaje de la villa marinera, empieza a crear los remeros, la ría, la dársena, la bahía de El Abra, El Puente Colgante que tiene al alcance de la mano y de la vista, el muelle nuevo sobre el que vive, en plena y armónica tradición artística con la Historia de la villa. De esta su preferente admiración a Portugalete surge la ofrenda del pintor al pueblo que le acoge tan favorablemente.

Es digna de ser destacada su relación con los personajes distintos a los habituales, con la gente curiosa, a la que hay que añadir, en sus relaciones con China, la reciente conexión con el acupuntor de Corea del sur, de Seul, Chang, que se dedica a la canción como terapia e interpreta canciones en cuatro lenguas(coreano,castellano,euskera e inglés), profesional muy conocedor de las enfermedades y sus remedios y muy eficaz en los tratamientos, y hombre asiduo a las tertulias que en la casa de Grifell que en el muelle portugalujo se fomentan.

Precediendo a sus inquietudes con la cultura y el arte chinos, ya de antiguo deriva la fundación en Bilbao de la galería de arte "Gran Dragón", que funcionó en Bilbao allá por los años 60, lo cual parece un precedente profético de esta continuidad en la dedicación y en la admiración por el espirítu oriental.

Asímismo, destaca Grifell como bibliófilo, poseyendo una gran biblioteca de más de veinte mil libros que abarca desde el siglo XV al XX, teniendo como ilusión la idea de dejar este legado a la villa de Portugalete. En la actualidad es Profesor de Anticuariado de Nuevas Carreras, lo que añade un cariz excepcional catalán convertido en gran amante de la villa y hombre puntal preocupado por las cosas y cuestiones portugalujas.

Cuadros concretos y amables del muelle, del transbordador, del mercado, del solar, de la plaza, de la ría, de la parroquia, salen a la luz como asuntos que reflejan la alegria del ambiente, temas claros y modos de expresión afirmativos en paleta de gamas firmes y de no manidas interpretaciones. Unos lienzos homogéneos los captados por Grifell con seguridad en la construción y brío en el toque, que le salen vivaces y de testimonial acierto.

La pintura de Grifell es personal, original e inconfundible, cautivadoramente perfecta, zambullida en la emocionada aura de la poesía del color, sobre todo cuando enfoca, cuando está en la línea, cuando está empapada de nuestro entorno.

La marcada disposición de Grifell al manejo de la paleta coincide con su singular temperamento de artista. De artista que se manifiesta en el marco portugalujo como una marca de la nueva inquietud y dedicación al arte pictórico dentro de un ámbito que mejor se acomoda a la propia sensibilidad y al ánimo reposado en el ejercicio del arte. El mérito principal de este trabajo, con haber otros aciertos, de otro lado bien estimables, que lo avaloran, es el saber trasladar a la tela, con decoroso oficio, aquello que se mira. En tal caso, las atinadas estampas paisajísticas de nuestro amado Portugalete por donde encauza elegantemente sus pinceles logra que estos nos resulten plácidos, limpios y risueños como los mismos paseos de la villa.

Todo lo que hace a un hombre digno de ser llamado artista se demuestra cuando alcanza los límites de lo maravilloso. La formidable celebridad de Grifell se aplica a la fidelidad de la expresión suelta y ágil en obras ilustradas, palpitantes y bellas, creadas con un sentido artístico de calidad. La frescura y jugosidad de la temática portugaluja  está  reflejada con naturalidad en los cuadros de este cultivador del sentimiento estético, que observa con la fruición de quien tiene la pasión del paisaje a mano, para poner de relieve la expresión directa y vivificante que aconstumbra a llevar la flor de piel en su paleta.

En su obra variable y diversa,  como lo puedan ser los motivos que inspiran a un autor y que éste transcribe segun su fuerza personal y plástica que le define. El hallazgo de estas hermosas series de composiciones urbanas de Portugalete están resueltas con un absoluto dominio de las formas de expresarlas. Sus vivencias se trasforman en puras sensaciones para el contemplador de tales modelos realistas o naturalistas donde encontramos Grifell nuevo,  que con sus densas pinceladas  sirve con agudo acento cromático al buen desarrollo de los temas. Constituye, pues, un mundo de creatividad artística carente de sentido peculiar e intransferible que florece en el reverberante palpitar del alma portugaluja modeladora de sus actuales lienzos. Grifell es un fino representante de artista al que puede ser dado aplicar el calificativo de aventurero y de bohemio. Pero ambos más para atemperar impulsos que para obtener logros o sinceros deseos de triunfo.

La plástica portugaluja de Grifell nos ofrece la posibilidad de acceder a una contemplación fideligna de la realidad paisajística a través del lienzo; unos fondos y formas que tienen gran interés por cuanto la escena artística de Portugalete cuaja en las manos del artista. Así, éste, sin olvidar los magisterios técnicos y clásicos de cuantos creadores del pincel trataron la singularidad de nuestra geografía y tocaron con acreditado acierto la belleza de nuestra tierra, une a los pintores que supieron dar ecelencia a nuestra vida y constumbres, como uno más el arte vasco de la ría tradicional. Los clásicos paisajes del mar y el ambiente que se respira en el atuendo paisajista de la belleza  formal hacen meritoria la óptica personal de Grifell aplicada a la fiel  temática de la villa, su testimonio, su comunicación con las referencias físicas del entorno, su acierto expresivo proyectado desde la paleta ambiental con dedicación especial a las intimidades conocidas y familiares de la belleza plástica portugaluja.

Junto al trabajo, la dedicación, la entrega y el temperamento, dignificados y significados en el pronunciamiento individual del hombre artista y del artista hombre afincado a esta orilla izquierda del Nervión, destaca a la pericia de composición en una obra acertada que tenemos el honor de hacerla nuestra como nuestro es el entorno que la inspira. Grifell autentifica una labor ahora ya más consolidada por haber encontrado en este lugar un bien dispuesto filón para su producción. Se ha convertido en miembro participativo del hogar comunitario de este pueblo, cuya presencia respetuosa ha sabido dignificar exibiénodólo y ofreciéndolo al público con su arte. En la línea figurativa en que ha sido creador, disfrutamos visualmente y con suficientes motivos de admiración de temas tan agradables.

La vistosidad de estos panoramas jarrilleros denotan una consolidación del pintor que vino a estar entre nosotros y con nosotros pasa momentos y gana vivencias en cordial vecindad, convicto del excepcional valor de los modelos caseros que se le ofrecen. De ahí que merezca ser digno de atención y créditos por todos nosostros.

Grifell y su pintura marchan identificados por el goce del silencio, sin más tumulto alrededor que el suspiro de cada  pincelada, la voz del trazo y el dúctil arpegio del color. El pintor elige la sencillez de la historia gráfica que cuenta en la tela, entresacada del natural con sus ritmos, con sus misterios y sus milagros. Ambos - pintura y pintor- están ligados entre sí con elección por los rincones más entrañables de Portugalete, creando sensaciones únicas y atmósferas de nuestra querida geografía marina que con gran amor y profesionalidad  nos regala con su visión de artista privilegiado.

En ese tiempo que queda entre nosotros sería un deber de Potugalete hacia Grifell mostrarle al pintor su gratitud más sincera. Desde que se traslada a vivir a la Noble Villa, su obra portugaluja ya va siendo muy extensa, Aquí plasma unas imágenes que consisten en incidir en los habituales hechos cotidianos, paisajes y motivos de su querido pueblo que es el nuestro, telas tan emotivas como documentos plásticos que quedan como modelos de una parte muy entrañable de nuestro pueblo.

Su cariño por Portugalete le lleva a pintar el maravilloso entorno que le rodea, que hace que los que lo vean a través de sus cuadros disfruten del municipio. La grandiosidad de esta antigua villa  puede conocerse en los lienzos portugalujos de Andres Grifell con nostalgia y emoción, sobre todo por aquellos que la conocieron y vivieron en los mejores momentos que ahora este pintor trata con el mismo cariño y buen gusto de cuantos la han vivido. Puesto que Grifell, en su atrezzo, en su escenario y en su ambiente popular hace un homenaje con el corazón de sus pinceles a Portugalete, como un importante capítulo de la entrañable historia de nuestro pueblo.