Un nuevo inventario de obras y valores puede jalonar un trabajo artístico .- el de Andrés Grifell .- ya que tiene mucha importancia que en él lugar. Obviar esta evidencia supondría desatender una actitud, una sensibilidad, una experiencia y unas aptitudes, aportadas como una multitud y variedad de temas, en efecto, que no cabe la menor duda continuará ofreciendo trabajos sucesivos con más amplitud de miras que lo ha hecho hasta el presente.
Reconocer los logros conseguidos desde niño por la caligrafía pictórica de Grifell equivale a no privarle de la ductilidad como manejo principal en su recurso expresivo. Por este motivo, se trata de dar testimonio de un artista que nació con vocación de crecimiento. Al mismo momento que ha ampliado la temática de formas y lugares, fue dando un gran salto hacia adelante que alcanzaba el contenido de los paisajes constumbristas con la diversidad de las obras que globalizan una calidad artística cumplida por los anhelos más personales. Actividad que se traduce en visualizar y recrear geografías, paisajes y personas con la tradicional participación en el arte de la pintura y en la pintura como arte.
Los cuadros grifellianos trasmiten sentimiento, raciocinio, convencimiento, en los trepidantes cánones exigidos por los avances plásticos vanguardistas. Gozamos con ellos como un efecto de conquista expresiva y de fuerza creadora. Valores armónicos como el tono cálido del fondo y el espesor de las pinceladas resultan impulsos que consiguen cotas de cierta magnitud porque logran lo que intentan, que no es otra cosa que consistencia necesaria para plasmar los colores que le brinda la naturaleza o los motivos que le dictan belleza encuentran en sus pinceles el sello personal y distintivo que con tanto acierto han sabido llevar a la tela. Como ocurre en los elementos conocidos y respetados de París, trasladado al lienzo por fuera y por dentro, donde consigue efectos sorprendentes. La técnica le da seguridad en la composición, destaca en la disciplina del dibujo y el trazo firme que ofrece a nuestros ojos confirma el conocimiento cabal que tiene del oficio.
Delante de los cuadros de Grifell, uno siente arrastrarse por el instinto de la reacción del ánimo ante un experto. Amparado en su práctica y estudio por la dedicación a las artes, el artista es capaz de hacernos partícipes de la emocional capacidad de su paleta, con la que sigue elaborando composiciones intimistas enriquecidas y enriquecedoras de motivos importantes, paisajes, iglesias y monaguillos, bailarinas, retratos y figuras, gentes y personas revestidas con palpitar de estilo más que de rigurosa fidelidad, cotidianidad de las cosas humildes, objetos y naturalezas muertas, cuyas manchas coloreadas autentifican la feliz facilidad que crece en magia y virtuosismo transmisora de una manera de ser y de hacer fiel a su credo de conducta y a su doctrina de artista pintor.
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